martes, 27 de abril de 2010

Toma de posesión de Don Luis Quinteiro Fiuza - Obispo de la Diócesis Tui- Vigo


Todos querían besar el anillo pastoral y arrodillarse ante el nuevo obispo de la Diocésis de Tui-Vigo. Monseñor Luis Quinteiro Fiuza, entregado a los feligreses en un baile de abrazos y saludos, respondió con creces a las expectativas de los más de 1.500 sacerdotes, autoridades y vecinos congregados desde el mediodía de ayer en la Catedral de Tui para celebrar el estreno de su ministerio episcopal. Atrás quedan más de seis años al frente del obispado de Ourense, etapa que el prelado recordó más de una vez, con nostalgia y agradecimiento, durante las dos horas de ceremonia religiosa en el corazón histórico de Tui.


El religioso elegido por el Papa Benedicto XVI para convertirse en el centésimo séptimo obispo de la sede tudense se presentó como "el nuevo pastor" de la diócesis con un proyecto propio que expuso bajo los focos de un estricto protocolo religioso: renovar la fe y los valores cristianos aprovechando el Año Xacobeo y recuperar la adhesión de los jóvenes a las filas eclesiásticas."En medio de los veloces cambios sociales de nuestros días, es necesario renovar la adhesión de las personas a las enseñanzas y valores católicos. Los jóvenes son la esperanza. Sólo si se dejan ganar por Jesucristo serán el motor incansable de la renovación", proclamó el mitrado natural de Vila de Cruces (Pontevedra) y de 63 años de edad. Su primera homilía como obispo de Tui-Vigo fue el momento más esperado del fervoroso acto, después de que el nuncio apostólico, Monseñor Renzo Fratini, le invitase a sentarse en la cátedra y le hiciese entrega del báculo, símbolos de la consagración final como obispo de la diócesis. Autoridades políticas, familiares del mitrado, representantes de instituciones religiosas, centenares de sacerdotes y más vecinos, ansiosos por escuchar las palabras de su pastor, le brindaron varias ovaciones desde los bancos y pasillos abarrotados de la catedral, cofre del patrón San Telmo.


"Queremos ser una Iglesia rejuvenecida para una sociedad emprendedora, dinámica y en proceso de renovación", aseveró Monseñor Fiuza,en medio de 120 religiosos que arroparon al pastor en el altar mayor. Según el prelado, "para evangelizar a los jóvenes no hay que ser necesariamente joven". Así, en su homilía, puso como ejemplo a Don Juan Pablo II, un papa que supo ganarse a la juventud con "su valentía contra toda mentira y opresión". Para Fiuza, el actual Año Xacobeo es una ocasión única para "fortalecer las raíces cristianas". "La peregrinación jacobea es una gracia excepcional que el Señor nos envía para la renovación cristiana en este tiempo tan escaso de medios extraordinarios de evangelización", sostuvo Fiuza, quien destacó la cita con el Santo Padre Benedicto XVI en este año jubilar para incrementar o, en su caso, afianzar el compromiso bautismal.En una ceremonia trilingüe oficiada y cantada en castellano, gallego y latín, y que reunió a la cúpula eclesiástica nacional, con enviados incluso desde el Vaticano, Quintero Fiuza lanzó también un mensaje a los sacerdotes: "Los presbíteros, comprometidos y distraídos en las muchísimas obligaciones de su ministerio se preguntan, con ansiedad, cómo compaginar su vida interior con las exigencias de la actividad exterior". Según el mitrado pontevedrés, este Año Xacobeo desea contribuir a promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, "para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo".


"Necesitamos sacerdotes santos, sacerdotes con entrañas de misericordia", apostilló Quinteiro Fiuza, cuyo lema en su nuevo escudo como obispo de Tui es: "Beati misericordes" (Bienaventurados los misericordiosos).La misa de toma de posesión comenzó a las cuatro y media. Imposible entrar. Desde las tres los fieles esperaban sentados en los bancos y sillas reservadas, ensayando el Aleluya al unísono para recibir al prelado por todo lo alto. Los más impacientes lo esperaron fuera. Quinteiro Fiuza, acompañado por la pléyade eclésiástica en su recorrido desde el Seminario Menor, entró triunfante. Mari Carmen Iglesias, una fiel seguidora que acudió desde Arcade con su marido para conocer en persona al nuevo obispo, al verlo, se le echó encima. Con respeto y emoción. Y besó su mano. "Acabo de besarlo, qué emoción; no puedo contener las lágrimas".
Tras la lluvia, real y también de abrazos, el nuevo obispo visitó la capilla del Santísimo Sacramento. El coro de la catedral, que compartió escenario con la Coral Polifónica Sportivo de Ponteareas, entonó solemnemente "Pueblo de Reyes". Dentro, cuatro pantallas gigantes para seguir la Eucaristía para los sentados y para los agolpados en los pasillos. En su día grande, Quinteiro Fiuza saludó en gallego y le dedicó uno muy especial a su madre. "Es una persona muy sentimental y nada materialista. Echa de menos a la gente de Ourense, aunque está muy emocionado con Tui", comentó la cuñada de Fiuza, Elena Rodríguez.


A un lado del pasillo central, la familia de Monseñor. Y al otro, en primera fila, las autoridades invitadas: el presidente de la Xunta, Núñez Feijóo, el alcalde de Tui, Antonio Fernández Rocha; el presidente de la Diputación de Pontevedra, Rafael Louzán; su homólogo de Ourense, José Luis Baltar Pumar, junto a su hijo José Manuel Baltar Blanco. También asistió el subdelegado del Gobierno en Pontevedra, Delfín Fernández. Entre el público, el presidente de Caixa Galicia, José Luis Méndez y edil de Urbanismo de Vigo, ciudad que hoy celebrará la investidura del nuevo obispo de la diócesis (a las 18.00 en la Colegiata).


"Ha sido un acto muy solemne y bonito. Amigo personal, será un gran obispo para Tui, en un momento tan especial como es el Xacobeo, en el que trabajaremos unidos", expresó Feijóo tras abrazar a Fiuza en su primera toma de posesión religiosa como presidente de Galicia. Baltar padre alabó la trayectoria del prelado en su ciudad: "Perdemos un gran obispo y en este caso lo gana Tui. Hay que conformarse con la voluntad de Dios". La comunión tuvo que hacerse en tres hileras y, al final de la Eucaristía, Monseñor desfiló con el báculo por toda la catedral, mientras el aforo al completo entonaba la Salve Marinera.
Las hermanitas de Vigo saludando al Señor Obispo al final de la Eucaristía



miércoles, 14 de abril de 2010

16 de Abril Cumplaños del Santo Padre


FELIZ CUMPLEAÑOS SANTO PADRE




El cardenal Joseph Ratzinger, Papa Benedicto XVI, nació en Marktl am Inn, diócesis de Passau (Alemania), el 16 de abril de 1927 (Sábado Santo), y fue bautizado ese mismo día. Su padre, comisario de la gendarmería, provenía de una antigua familia de agricultores de la Baja Baviera, de condiciones económicas más bien modestas. Su madre era hija de artesanos de Rimsting, en el lago Chiem, y antes de casarse trabajó de cocinera en varios hoteles.


Pasó su infancia y su adolescencia en Traunstein, una pequeña localidad cerca de la frontera con Austria, a treinta kilómetros de Salzburgo. En ese marco, que él mismo ha definido “mozartiano”, recibió su formación cristiana, humana y cultural.


El período de su juventud no fue fácil. La fe y la educación de su familia lo preparó para afrontar la dura experiencia de aquellos tiempos en los que el régimen nazi mantenía un clima de fuerte hostilidad contra la Iglesia católica. El joven Joseph vio como los nazis golpeaban al párroco antes de la celebración de la Santa Misa.


Precisamente en esa compleja situación, descubrió la belleza y la verdad de la fe en Cristo; para ello fue fundamental la actitud de su familia, que siempre dio un claro testimonio de bondad y esperanza, con una arraigada pertenencia a la Iglesia.


En los últimos meses de la segunda guerra mundial fue enrolado en los servicios auxiliares antiaéreos.


De 1946 a 1951 estudió filosofía y teología en la Escuela superior de filosofía y teología de Freising y en la universidad de Munich, en Baviera.


Recibió la ordenación sacerdotal el 29 de junio de 1951.


Un año después, inició su actividad como profesor en la Escuela superior de Freising.

En el año 1953 se doctoró en teología con la tesis: “Pueblo y casa de Dios en la doctrina de la Iglesia en san Agustín”. Cuatro años más tarde, bajo la dirección del conocido profesor de teología fundamental Gottlieb Söhngen, obtuvo la habilitación para la enseñanza con una disertación sobre: “La teología de la historia de san Buenaventura”.


Tras ejercer como profesor de teología dogmática y fundamental en la Escuela superior de filosofía y teología de Freising, prosiguió su actividad docente en Bona, de 1959 a 1963; en Muñiste, de 1963 a 1966; y en Tubinga, de 1966 a 1969. En este último año pasó a ser catedrático de dogmática e historia del dogma en la Universidad de Ratisbona, donde ocupó también el cargo de vicerrector de la Universidad.


De 1962 a 1965 hizo notables aportaciones al Concilio Vaticano II como “experto”; asistió como teólogo consultor del cardenal Joseph Frings, arzobispo de Colonia.


Su intensa actividad científica lo llevó a desempeñar importantes cargos al servicio de la Conferencia Episcopal Alemana y de la Comisión Teológica Internacional.


En 1972, juntamente con Hans Urs von Balthasar, Henri de Lubac y otros grandes teólogos, fundó la revista de teología “Communio”.


El 25 de marzo de 1977, el Papa Pablo VI lo nombró arzobispo de Munich y Freising. El 28 de mayo recibió la Ordenación episcopal. Fue el primer sacerdote diocesano, después de 80 años, que asumió el gobierno pastoral de la gran archidiócesis bávara. Escogió como lema episcopal: “Colaborador. de la verdad” y él mismo lo explicó: “Por un lado, me parecía que expresaba la relación entre mi tarea previa como profesor y mi nueva misión. Aunque de diferentes modos, lo que estaba y seguía estando en juego era seguir la verdad, estar a su servicio. Y, por otro, escogí este lema porque en el mundo de hoy el tema de la verdad es acallado casi totalmente; pues se presenta como algo demasiado grande para el hombre y, sin embargo, si falta la verdad todo se desmorona”.


Pablo VI lo creó cardenal, con el título presbiteral de “Nuestra Señora de la Consolación en el Tiburtino”, en el consistorio del 27 de junio del mismo año.


En 1978, el Cardenal Ratzinger participó en el Cónclave, celebrado del 25 al 26 de agosto, que eligió a Juan Pablo I, el cual lo nombró su Enviado Especial al III Congreso mariológico internacional, que tuvo lugar en Guayaquil (Ecuador), del 16 al 24 de septiembre. En el mes de octubre del mismo año, participó también en el Cónclave que eligió a Juan Pablo II.


Fue Relator en la V Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos, de 1980, sobre el tema: “Misión de la familia cristiana en el mundo contemporáneo”, y Presidente delegado de la VI Asamblea general ordinaria, de 1983, sobre “La reconciliación y la penitencia en la misión de la Iglesia”.


Juan Pablo II lo nombró Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y Presidente de la Pontificia Comisión Bíblica y de la Comisión Teológica Internacional, el 25 de noviembre de 1981. El 15 de febrero de 1982 renunció al gobierno pastoral de la archidiócesis de Munich y Freising El 5 de abril de 1993, lo elevó al Orden de los Obispos, asignándole la sede suburbicaria de Velletri-Segni.


Fue Presidente de la Comisión para la preparación del Catecismo de la Iglesia católica, que, después de seis años de trabajo (1986-1992), presentó al Papa el nuevo Catecismo.

Juan Pablo II, el 6 de noviembre de 1998, aprobó la elección del cardenal Ratzinger como Vicedecano del Colegio cardenalicio, realizada por los Cardenales del Orden de los Obispos. Y el 30 de noviembre de 2002, aprobó su elección como Decano; con dicho cargo le fue asignada, además, la sede suburbicaria de Ostia.


En 1999 fue Enviado Especial del Papa a las celebraciones con ocasión del XII centenario de la creación de la diócesis de Paderborn, Alemania, que tuvieron lugar el 3 de enero.


Desde el 13 de noviembre de 2000 fue Académico honorario de la Academia Pontificia de las Ciencias.


En la Curia romana, fue miembro del Consejo de la Secretaria de Estado para las Relaciones con los Estados; de las Congregaciones para las Iglesias Orientales, para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, para los Obispos, para la Evangelización de los Pueblos, para la Educación Católica, para el Clero y para las Causas de los Santos; de los Consejos pontificios para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y para la Cultura; del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica; y de las Comisiones pontificias para América Latina, “Ecclesia Dei”, para la Interpretación auténtica del Código de Derecho Canónico y para la Revisión del Código de Derecho Canónico Oriental.


Entre sus numerosas publicaciones ocupa un lugar destacado el libro: "Introducción al Cristianismo", recopilación de lecciones universitarias publicadas en 1968 sobre la profesión de fe apostólica; "Palabra en la Iglesia" (1973), antología de ensayos, predicaciones y reflexiones dedicadas a la pastoral.


Tuvo gran resonancia el discurso que pronunció ante la Academia bávara sobre el tema “¿Por qué sigo aún en la Iglesia?”, en el que, con su habitual claridad, afirmó: “Sólo en la Iglesia es posible ser cristiano y no al margen de la Iglesia”.


Sus publicaciones fueron abundantes a lo largo de los años, constituyendo un punto de referencia para muchas personas, especialmente para los que querían profundizar en el estudio de la teología. En 1985 publicó el libro-entrevista “Informe sobre la fe” y, en 1996 “La sal de la tierra”. Asimismo, con ocasión de su 70° cumpleaños, se publicó el libro: “En la escuela de la verdad”, en el que varios autores ilustran diversos aspectos de su personalidad y de su obra.

sábado, 10 de abril de 2010

DIVINA MISERICORDIA

II DOMINGO DE PASCUA o de la Divina Misericordia
















¿Por que Cristo le dio énfasis en estos tiempos a una doctrina, La Divina Misericordia, que ha sido parte del patrimonio de la Fe desde el principio, así como pedir una nueva expresión devocional y litúrgica de ella? En las revelaciones de Sor Faustina Jesús responde esta pregunta, conectándola a otra doctrina, a la que también se le da poca importancia, esta es la de la Segunda Venida. En los Evangelios el Señor nos muestra como su primera venida fue en humildad, como un Servidor, para liberar al mundo del pecado. Sin embargo, Él promete regresar en gloria a juzgar al mundo en el amor, como claramente lo dice en su discurso del Reino en los capítulos 13 y 25 de Mateo. Entre estas dos venidas tenemos el final de los tiempos o la era de la Iglesia, en la que la Iglesia ministra le reconciliación hasta el gran y terrible Día del Señor, el día de la Justicia Divina. Todo católico debe estar familiarizado con las enseñanzas de la Iglesia con respecto a este tema, contenido en los párrafos 668 y 679 del Catecismo de la Iglesia Católica. Solo en el contexto de una revelación pública como es enseñado por el Magisterio podemos situar las palabras de la revelación privada dada a Sor Faustina.
"Prepararás al mundo para Mí última venida." (Diario 429)
"Habla al mundo de mi Misericordia….Es señal de los últimos tiempos después de ella vendrá el día de la justicia. Todavía queda tiempo que recurran, pues, a la Fuente de Mi Misericordia." (Diario 848)
"Habla a las almas de esta gran misericordia Mía, porque está cercano el día terrible, el día de Mi justicia." (Diario 965)
"Estoy prolongándoles el tiempo de la misericordia, pero ay de ellos si no reconocen este tiempo de Mi visita." (Diario 1160)
Antes del Día de la justicia envío el día de la misericordia". (Diario 1588)
"Quien no quiera pasar por la puerta de Mi misericordia, tiene que pasar por la puerta de Mi justicia". (Diario 1146)
Además de estas palabras de Nuestro Señor la hermana Faustina nos da las palabras de la Madre de Misericordia, la Santísima Virgen María.
"Tu debes hablar al mundo de su gran misericordia y preparar al mundo para su segunda venida. Él vendrá, no como una Salvador Misericordioso, sino como un Juez Justo. Oh que terrible es ese día. Establecido está ya es el día de la justicia, el día de la ira divina. Los ángeles tiemblan ante este día. Habla a las almas de esa gran misericordia, mientras sea aún el tiempo para conceder la misericordia." (Diario 635)
Está claro, que, como en el mensaje de Fátima, la urgencia aquí es la urgencia del Evangelio, "arrepiéntanse y crean". El tiempo exacto es del Señor. Sin embargo, es también claro que hemos alcanzado una etapa crítica de los últimos tiempos que comenzaron con el nacimiento de la Iglesia. Por esto el Papa Juan Pablo II se refirió a "una función especial" asignada a él por Dios "en la presente situación del hombre, la Iglesia y del mundo" en la consagración de 1981 del Santuario del Amor Misericordioso en Collevalenza, Italia. En su encíclica sobre el Padre, él nos urge a "implorar la Misericordia de Dios para la humanidad en estos tiempos de la historia…para suplicar por ella en estos tiempos difíciles y críticos de la historia de la Iglesia y del mundo mientras nos acercamos al final del segundo milenio." (Eníclica Rico en Misericordia 15)

sábado, 3 de abril de 2010

Pascua de Resurección

Sábado Santo


SIETE RAYOS DE SOL, MARÍA

Te han taladrado siete espadas,
sus dobles filos te han herido,
fueron las penas anunciadas
que en un principio has asumido.

La primera, de Simeón,
al noticiarte los dolores,
cuando exultabas de emoción
ciega en asombro de esplendores.

La segunda al dejar Belén
para salvar la nueva Vida.
La tercera en Jerusalén,
sin el Niño, desfallecida.

La cuarta en el mortal Calvario
compartiendo el dolor con tu hijo.
La quinta en tu íntimo sagrario
ante el lóbrego crucifijo.

La sexta en el descendimiento
del cadáver del Ser amado.
La séptima en tu abatimiento
cuando el sepulcro fue cerrado.

Ante la fría sepultura,
con Juan y las demás mujeres,
sumida en triste noche oscura
mueres porque de amor no mueres.

Desde su cuna en el Portal
hasta que le crucificaron,
atravesando el bien y el mal
sus cinco rayos te alcanzaron.

Pides clemencia, arrepentida
por no esperar en paz la gloria,
tú eres la esclava, la elegida,
y en Él reside la victoria.

Por
Emma-Margarita R. A.-Valdés

jueves, 1 de abril de 2010

Viernes Santo


Oh Cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dió mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!

Cantemos la nobleza de esta guerra,
el triunfo de la sangre y del madero;
y un Redentor, que en trance de Cordero,
sacrificado en cruz, salvó la tierra.

Dolido mi Señor por el fracaso
de Adán, que mordió muerte en la manzana,
otro árbol señaló, de flor humana,
que reparase el daño paso a paso.

Y así dijo el Señor: "¡Vuelva la Vida,
y que el Amor redima la condena!"
La gracia está en el fondo de la pena,
y la salud naciendo de la herida.

JUEVES SANTO



La liturgia del Jueves Santo es una invitación a profundizar concretamente en el misterio de la Pasión de Cristo, ya que quien desee seguirle tiene que sentarse a su mesa y, con máximo recogimiento, ser espectador de todo lo que aconteció 'en la noche en que iban a entregarlo'. Y por otro lado, el mismo Señor Jesús nos da un testimonio idóneo de la vocación al servicio del mundo y de la Iglesia que tenemos todos los fieles cuando decide lavarle los pies a sus discípulos.
En este sentido, el Evangelio de San Juan presenta a Jesús 'sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía' pero que, ante cada hombre, siente tal amor que, igual que hizo con sus discípulos, se arrodilla y le lava los pies, como gesto inquietante de una acogida incansable.
San Pablo completa el retablo recordando a todas las comunidades cristianas lo que él mismo recibió: que aquella memorable noche la entrega de Cristo llegó a hacerse sacramento permanente en un pan y en un vino que convierten en alimento su Cuerpo y Sangre para todos los que quieran recordarle y esperar su venida al final de los tiempos, quedando instituida la Eucaristía.
La Santa Misa es entonces la celebración de la Cena del Señor en la cuál Jesús, un día como hoy, la víspera de su pasión, "mientras cenaba con sus discípulos tomó pan..." (Mt 28, 26).
Él quiso que, como en su última Cena, sus discípulos nos reuniéramos y nos acordáramos de Él bendiciendo el pan y el vino: "Hagan esto en memoria mía" (Lc 22,19).
Antes de ser entregado, Cristo se entrega como alimento. Sin embargo, en esa Cena, el Señor Jesús celebra su muerte: lo que hizo, lo hizo como anuncio profético y ofrecimiento anticipado y real de su muerte antes de su Pasión. Por eso "cuando comemos de ese pan y bebemos de esa copa, proclamamos la muerte del Señor hasta que vuelva" (1 Cor 11, 26).
De aquí que podamos decir que la Eucaristía es memorial no tanto de la Ultima Cena, sino de la Muerte de Cristo que es Señor, y "Señor de la Muerte", es decir, el Resucitado cuyo regreso esperamos según lo prometió Él mismo en su despedida: " un poco y ya no me veréis y otro poco y me volveréis a ver" (Jn 16,16).
Como dice el prefacio de este día: "Cristo verdadero y único sacerdote, se ofreció como víctima de salvación y nos mandó perpetuar esta ofrenda en conmemoración suya". Pero esta Eucaristía debe celebrarse con características propias: como Misa "en la Cena del Señor".
En esta Misa, de manera distinta a todas las demás Eucaristías, no celebramos "directamente" ni la muerte ni la Resurrección de Cristo. No nos adelantamos al Viernes Santo ni a la Noche de Pascua.
Hoy celebramos la alegría de saber que esa muerte del Señor, que no terminó en el fracaso sino en el éxito, tuvo un por qué y para qué: fue una "entrega", un "darse", fue "por algo" o, mejor dicho, "por alguien" y nada menos que por "nosotros y por nuestra salvación" (Credo). "Nadie me quita la vida, había dicho Jesús, sino que Yo la entrego libremente. Yo tengo poder para entregarla." (Jn 10,16), y hoy nos dice que fue para "remisión de los pecados" (Mt 26,28).
Por eso esta Eucaristía debe celebrarse lo más solemnemente posible, pero, en los cantos, en el mensaje, en los signos, no debe ser ni tan festiva ni tan jubilosamente explosiva como la Noche de Pascua, noche en que celebramos el desenlace glorioso de esta entrega, sin el cual hubiera sido inútil; hubiera sido la entrega de uno más que muere por los pobre y no los libera. Pero tampoco esta Misa está llena de la solemne y contrita tristeza del Viernes Santo, porque lo que nos interesa "subrayar"; en este momento, es que "el Padre nos entregó a su Hijo para que tengamos vida eterna" (Jn 3, 16) y que el Hijo se entregó voluntariamente a nosotros independientemente de que se haya tenido que ser o no, muriendo en una cruz ignominiosa.
Hoy hay alegría y la iglesia rompe la austeridad cuaresmal cantando él "gloria": es la alegría del que se sabe amado por Dios, pero al mismo tiempo es sobria y dolorida, porque conocemos el precio que le costamos a Cristo.
Podríamos decir que la alegría es por nosotros y el dolor por Él. Sin embargo predomina el gozo porque en el amor nunca podemos hablar estrictamente de tristeza, porque el que da y se da con amor y por amor lo hace con alegría y para dar alegría.
Podemos decir que hoy celebramos con la liturgia (1a Lectura). La Pascua, pero la de la Noche del Éxodo (Ex 12) y no la de la llegada a la Tierra Prometida (Jos. 5, 10-ss).
Hoy inicia la fiesta de la "crisis pascual", es decir de la lucha entre la muerte y la vida, ya que la vida nunca fue absorbida por la muerte pero si combatida por ella. La noche del sábado de Gloria es el canto a la victoria pero teñida de sangre y hoy es el himno a la lucha pero de quien lleva la victoria porque su arma es el amor.