Celebramos hoy la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. En esta festividad, en comunión con el Santo Padre el Papa Benedicto XVI, inauguramos el Año Sacerdotal especial, convocado con motivo del 150 aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars, San Juan María Vianney, modelo luminoso de pastor, entregado completamente al servicio del pueblo de Dios. El Señor, Sumo y Eterno Sacerdote, nos convoca hoy, en clima de Cenáculo, alrededor de la Mesa de la Eucaristía, en la que nos entrega su cuerpo y su sangre, y en la que damos gracias a Dios por el don y misterio del sacerdocio recibido. Agradezco vuestra presencia en esta celebración.
La devoción al Corazón de Jesús
La devoción al Corazón de Jesús se fundamenta en la Sagrada Escritura, en la Tradición viva de la Iglesia, en la Liturgia y en el Magisterio de los Papas, sobre todo en los últimos tiempos.
Los SS. Padres de la Iglesia se detuvieron con gusto en el texto de San Juan, que hemos proclamado, sobre la lanzada de Cristo muerto en la cruz: “uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua” (Jn 19, 34). Profundizaron en la contemplación del costado abierto de Cristo, en la herida que se hizo en su Corazón, de donde brotaron el agua, símbolo del Bautismo, y la sangre, símbolo de la Eucaristía.
Año Sacerdotal
El corazón del sacerdote debe latir al unísono del corazón de Cristo, cuya vida fue una oblación de obediencia libre y amorosa al Padre y una entrega solidaria por los hermanos. La celebración de la festividad del Corazón de Jesús es un momento providencial y significativo para inaugurar en nuestra Diócesis el Año Sacerdotal especial, convocado por el Papa Benedicto XVI, enriquecido con indulgencias especiales, según las disposiciones del Decreto de la Penitenciaría Apostólica. El lema es: fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote. Este año debe ser una ocasión para profundizar en la identidad sacerdotal, en la Teología del sacerdocio y en el sentido de nuestra vocación y misión en la Iglesia y en el mundo. Un Año -en palabras de Benedicto XVI- para “favorecer la tensión de los sacerdotes hacia la perfección espiritual de la cual depende, sobre todo, la eficacia de su ministerio”.
El Año Sacerdotal debe servir también para que el Pueblo de Dios y la sociedad aprecien la importancia de la vocación y misión del sacerdote. En estos momentos, en general, hay un clima en la opinión pública poco favorable hacia los sacerdotes. Algunos Medios de Comunicación Social se hacen eco de los fallos de ciertos sacerdotes, que generalizan a los demás, y no airean la bondad y la vida entregada de la inmensa mayoría de sacerdotes buenos, que viven con alegría su sacerdocio sirviendo a Cristo y los hermanos en la educación, la atención a los niños, jóvenes, adultos y ancianos; dedicados al servicio a los pobres y enfermos; al trabajo por la justicia, por la verdad, por la libertad, por la caridad, por la paz y por la reconciliación.
El espejo y el referente de los sacerdotes en este Año será San Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars, que tuvo que superar muchas dificultades para llegar por fin a ordenarse sacerdote. Se le confió la parroquia de Ars, en la Diócesis de Belley, y el Santo, con una activa predicación, con la mortificación, la oración y la caridad pastoral, la gobernó, y promovió de un modo admirable su adelanto espiritual. Estaba dotado de unas cualidades extraordinarias como confesor, lo cual hacía que los fieles, acudiesen a él de todas partes, para escuchar sus santos consejos.