El Papa Benedicto XVI dedicó la catequesis de la audiencia general de hoy a reflexionar sobre las enseñanzas de San Bernardo de Claraval (1090-1153) y recordó “que sin una fe profunda en Dios, alimentada por la oración y la contemplación, nuestras reflexiones sobre los misterios divinos corren el peligro de transformarse en mero ejercicio intelectual y pierden su credibilidad”.
El Santo Padre señaló que Bernardo de Claraval es conocido como el "último de los Padres" de la Iglesia, "porque en el siglo XII, una vez, más renovó y puso de relieve la gran teología de los Padres".
El Papa explicó que los dos aspectos centrales de la doctrina del santo atañen a Jesucristo y a la Virgen María. El abad de Claraval "no aporta orientaciones nuevas en el estatuto científico de la teología. Pero, con gran decisión, configura el teólogo al contemplativo y al místico", ya que para él "el verdadero conocimiento de Dios consiste en la experiencia personal profunda de Jesucristo y de su amor".
"Esto es válido para todos los cristianos; la fe es ante todo un encuentro personal con Jesús y experimentar su cercanía, su amistad y su amor". Asimismo, el santo no duda de que "a través de María llegamos a Jesús" y documenta claramente "el puesto privilegiado de la Virgen en la economía de la salvación merced a la participación especial de la Madre en el sacrificio del Hijo", agregó.
Asimismo, destacó que las reflexiones de San Bernardo "llaman en causa, también en nuestros días, no solo a los teólogos, sino a todos los creyentes", porqué "a veces se quieren resolver las cuestiones fundamentales sobre Dios, el ser humano y el mundo, solo con la fuerza de la razón”.
“San Bernardo, en cambio, sólidamente anclado en la Biblia y en los Padres de la Iglesia, nos recuerda que sin una fe profunda en Dios, alimentada por la oración y la contemplación, nuestras reflexiones sobre los misterios divinos corren el peligro de transformarse en mero ejercicio intelectual y pierden su credibilidad", indicó.
También señaló que “la teología nos lleva a ‘la ciencia de los santos’, a su intuición de los misterios de Dios vivo, a su sabiduría, don del Espíritu Santo, que se transforman en puntos de referencia del pensamiento teológico. Al final, la figura más verdadera del teólogo y de todo evangelizador es la del apóstol Juan, que apoyó su cabeza en el corazón del Maestro”.
Bernardo nació en Fontaines (Francia) y a los veinte años ingresó en el monasterio de Citeaux. En 1115 fue enviado por San Esteban Harding, tercer abad de Citeaux, a fundar el monasterio de Claraval (Clairvaux), de donde fue abad. El santo implantó allí "una vida sobria y mesurada, tanto en el refectorio como en los hábitos y edificios monásticos, recomendando además el sustentamiento y la ayuda a los pobres".
Desde Claraval, cuya comunidad era cada vez más numerosa, Bernardo mantuvo una nutrida correspondencia con personas de todo tipo y compuso además gran cantidad de sermones, sentencias y tratados. A partir de 1130 se ocupó también de graves cuestiones que afectaban a la Santa Sede y a la Iglesia. Con sus escritos combatió la herejía de los cataros, que al despreciar la materia y el cuerpo humano, despreciaban al Creador. Asimismo condenó "las cada vez más frecuentes manifestaciones de antisemitismo y defendió a los judíos".
El Santo Padre señaló que Bernardo de Claraval es conocido como el "último de los Padres" de la Iglesia, "porque en el siglo XII, una vez, más renovó y puso de relieve la gran teología de los Padres".
El Papa explicó que los dos aspectos centrales de la doctrina del santo atañen a Jesucristo y a la Virgen María. El abad de Claraval "no aporta orientaciones nuevas en el estatuto científico de la teología. Pero, con gran decisión, configura el teólogo al contemplativo y al místico", ya que para él "el verdadero conocimiento de Dios consiste en la experiencia personal profunda de Jesucristo y de su amor".
"Esto es válido para todos los cristianos; la fe es ante todo un encuentro personal con Jesús y experimentar su cercanía, su amistad y su amor". Asimismo, el santo no duda de que "a través de María llegamos a Jesús" y documenta claramente "el puesto privilegiado de la Virgen en la economía de la salvación merced a la participación especial de la Madre en el sacrificio del Hijo", agregó.
Asimismo, destacó que las reflexiones de San Bernardo "llaman en causa, también en nuestros días, no solo a los teólogos, sino a todos los creyentes", porqué "a veces se quieren resolver las cuestiones fundamentales sobre Dios, el ser humano y el mundo, solo con la fuerza de la razón”.
“San Bernardo, en cambio, sólidamente anclado en la Biblia y en los Padres de la Iglesia, nos recuerda que sin una fe profunda en Dios, alimentada por la oración y la contemplación, nuestras reflexiones sobre los misterios divinos corren el peligro de transformarse en mero ejercicio intelectual y pierden su credibilidad", indicó.
También señaló que “la teología nos lleva a ‘la ciencia de los santos’, a su intuición de los misterios de Dios vivo, a su sabiduría, don del Espíritu Santo, que se transforman en puntos de referencia del pensamiento teológico. Al final, la figura más verdadera del teólogo y de todo evangelizador es la del apóstol Juan, que apoyó su cabeza en el corazón del Maestro”.
Bernardo nació en Fontaines (Francia) y a los veinte años ingresó en el monasterio de Citeaux. En 1115 fue enviado por San Esteban Harding, tercer abad de Citeaux, a fundar el monasterio de Claraval (Clairvaux), de donde fue abad. El santo implantó allí "una vida sobria y mesurada, tanto en el refectorio como en los hábitos y edificios monásticos, recomendando además el sustentamiento y la ayuda a los pobres".
Desde Claraval, cuya comunidad era cada vez más numerosa, Bernardo mantuvo una nutrida correspondencia con personas de todo tipo y compuso además gran cantidad de sermones, sentencias y tratados. A partir de 1130 se ocupó también de graves cuestiones que afectaban a la Santa Sede y a la Iglesia. Con sus escritos combatió la herejía de los cataros, que al despreciar la materia y el cuerpo humano, despreciaban al Creador. Asimismo condenó "las cada vez más frecuentes manifestaciones de antisemitismo y defendió a los judíos".