SIETE RAYOS DE SOL, MARÍA
Te han taladrado siete espadas,
sus dobles filos te han herido,
fueron las penas anunciadas
que en un principio has asumido.
La primera, de Simeón,
al noticiarte los dolores,
cuando exultabas de emoción
ciega en asombro de esplendores.
La segunda al dejar Belén
para salvar la nueva Vida.
La tercera en Jerusalén,
sin el Niño, desfallecida.
La cuarta en el mortal Calvario
compartiendo el dolor con tu hijo.
La quinta en tu íntimo sagrario
ante el lóbrego crucifijo.
La sexta en el descendimiento
del cadáver del Ser amado.
La séptima en tu abatimiento
cuando el sepulcro fue cerrado.
Ante la fría sepultura,
con Juan y las demás mujeres,
sumida en triste noche oscura
mueres porque de amor no mueres.
Desde su cuna en el Portal
hasta que le crucificaron,
atravesando el bien y el mal
sus cinco rayos te alcanzaron.
Pides clemencia, arrepentida
por no esperar en paz la gloria,
tú eres la esclava, la elegida,
y en Él reside la victoria.
Por
Emma-Margarita R. A.-Valdés
Te han taladrado siete espadas,
sus dobles filos te han herido,
fueron las penas anunciadas
que en un principio has asumido.
La primera, de Simeón,
al noticiarte los dolores,
cuando exultabas de emoción
ciega en asombro de esplendores.
La segunda al dejar Belén
para salvar la nueva Vida.
La tercera en Jerusalén,
sin el Niño, desfallecida.
La cuarta en el mortal Calvario
compartiendo el dolor con tu hijo.
La quinta en tu íntimo sagrario
ante el lóbrego crucifijo.
La sexta en el descendimiento
del cadáver del Ser amado.
La séptima en tu abatimiento
cuando el sepulcro fue cerrado.
Ante la fría sepultura,
con Juan y las demás mujeres,
sumida en triste noche oscura
mueres porque de amor no mueres.
Desde su cuna en el Portal
hasta que le crucificaron,
atravesando el bien y el mal
sus cinco rayos te alcanzaron.
Pides clemencia, arrepentida
por no esperar en paz la gloria,
tú eres la esclava, la elegida,
y en Él reside la victoria.
Por
Emma-Margarita R. A.-Valdés