VATICANO, 02 Sep. 12 / 09:11 am (ACI/EWTN Noticias).-
En sus palabras previas al rezo del Ángelus, junto a los fieles reunidos en
Castel Gandolfo, Benedicto
XVI señaló que la Ley de Dios, que "emerge" en la Liturgia de la
Palabra de este domingo, "encuentra su pleno cumplimiento en el
amor".
El Santo Padre subrayó que "la Ley de Dios es su Palabra que guía al
hombre en el camino de la vida, lo
hace salir de la esclavitud del egoísmo y lo introduce en la 'tierra' de la
verdadera libertad y de la vida".
"Por esto en la Biblia
la Ley no es vista como un peso, una limitación oprimente, sino como el don más
precioso del Señor, el testimonio de su amor paterno, de su voluntad de estar
cerca de su pueblo, de ser su Aliado y escribir con él una historia de
amor".
Benedicto XVI recordó que "en el Antiguo Testamento, aquel que en nombre
de Dios transmite la Ley al pueblo es Moisés", en el umbral de la tierra
prometida.
"Y he aquí el problema: cuando el pueblo se establece en la tierra, y es
depositario de la Ley, se siente tentado a poner su seguridad y su alegría en
algo que ya no es la Palabra del Señor: en los bienes, en el poder, en otras
'divinidades' que, en realidad son vanas, son ídolos".
El Papa indicó que cuando el hombre pone ante su seguridad en esos falsos
dioses "la Ley de Dios permanece, pero ya no es lo más importante, la
regla de vida; se convierte más bien en un revestimiento, una cobertura,
mientras la vida sigue otros caminos, otras reglas, intereses individuales y de
grupo con frecuencia egoístas".
"Así, la religión pierde su sentido auténtico que es vivir en escucha de
Dios para hacer su voluntad, y se reduce a práctica de usanzas secundarias, que
satisfacen más bien la necesidad humana de sentirse bien con Dios. Éste es el
grave riesgo de cada religión, que Jesús individuó en su tiempo, pero que
también se puede verificar, lamentablemente, en la cristianidad".
"Por tanto, las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy contra los
escribas y los fariseos deben hacernos pensar también en nosotros",
indicó.
Por ello, al concluir sus palabras, el Santo Padre pidió "que la Virgen
María, a quien ahora nos dirigimos en oración, nos ayude a escuchar con corazón
abierto y sincero la Palabra de Dios, para que oriente nuestros pensamientos,
nuestras elecciones y nuestras acciones, cada día".