A veces hemos instalado tan
alto la figura de María que nos cuesta contemplarla en la realidad
cotidiana. Lo cierto es que, María, hizo de su hogar lo que tanto de
nosotros intentamos con el nuestro: una oportunidad para el trabajo,
el afán de superación, el sacrificio, la preocupación o la familia.
¿Qué pensaría María
mientras secaba las ropas del Niño? ¿Qué pensaría María mientras, a
través de la ventana, veía a José trabajar en la carpintería?
María, en su hogar,
actuaría como tantas de nuestras madres y padres lo hacen en
nuestras familias: con delicadeza y con responsabilidad.
-Sufrió, como cualquier
madre sufre cuando el hijo no responde o se pierde
-Sufrió, cuando escuchó
ciertas críticas sobre Jesús
-Sufrió, en la muerte de
San José
-Sufrió, cuando Jesús se
complicaba más y más, su vida por el Reino.
Sólo, con la delicadeza
que se desprende de lo poco que sabemos de María a través de las
Escrituras, podemos concluir que María hizo frente a tantas
situaciones buenas o negativas que se le presentaron.
María, para nosotros, es
ese nombre que produce paz en el que lo pronuncia, calma en el que
lo reza o sentimientos de delicadeza en el que lo recuerda.
Por ello mismo,
caminando hacia Pentecostés, pidamos a Dios por intercesión de la
Virgen María, que sepamos actuar siempre con delicadeza.
Dicen que la vajilla más
sensible, para que dure, hay que cogerla con las yemas de los dedos.
María, al tesoro más preciado -Jesús- supo tratarlo con suavidad y
con respeto. Entre otras cosas, porque sabía que de Dios venía y a
Dios estaba llamado a darle servicio.
¿Cómo tratamos nosotros,
por ejemplo, la Eucaristía? ¿Comulgamos conscientes de lo que
recibimos? ¿Escuchamos, previamente, y con atención, la Palabra de
Dios?
Dejamos, a los pies de
nuestra Madre, como símbolo de la delicadeza de la vida cristiana,
este algodón. Que María haga esponjosa nuestra vida, nuestras
actitudes y nuestro ser.
ORACIÓN
Eres, María;
delicadeza en la dureza
delicadeza cuando asoman
las pruebas
delicadeza cuando llama
Dios
delicadeza cuando te
llaman los hombres.
Eres, María;
delicadeza en el trato
con Dios
delicadeza con las
necesidades de los hombres.
Eres, María;
delicadeza para
embellecer nuestra fe
delicadeza para
profundizar en nuestra oración
delicadeza que nos ayuda
en la Eucaristía
delicadeza para escuchar
la Palabra de Dios.
Eres, María;
flor delicada y cortada
para Dios
flor con aroma de
servicio
flor sin miedo a la
espina de dolor
flor que, cuanto más se
aprieta, más fragancia ofrece.
Eres, María;
delicadeza que se
compromete
delicadeza que sabe
darse
delicadeza que sabe
respetar
delicadeza que sabe
amar.
Eres, María;
un jardín donde crece la
flor del gusto
tal vez, por eso mismo,
no quiso pasar de largo.
Amén.