En un mundo
cada vez más ruidoso y descentrado, el Papa invita a revalorizar la adoración
silenciosa de la Eucaristía. Benedicto XVI presidió ayer la tradicional procesión
eucarística del Corpus Christi por las calles de Roma poco después de la
puesta del sol.
En su
homilía previa al inicio del recorrido entre las basílicas de San Juan de
Letrán y Santa María la Mayor, el Papa afirmó que «estar juntos en silencio
prolongado ante el Señor presente en el Sacramento es una de las experiencias
más auténticas de nuestro ser Iglesia». La adoración en silencio «es una
experiencia muy bella y significativa», comprobada una y otra vez en «velas
eucarísticas inolvidables con jóvenes» como la de la JMJ de Madrid, en la que más de un millón de personas adoraron
el Sacramento expuesto en la bellísima custodia de Arfe de la
catedral de Toledo.
Acompañar a Jesús sacramentado
El Papa
señaló como error de interpretación del Concilio Vaticano II la revalorización
de la Eucaristía durante la misa a costa de dejar en segundo plano la presencia
real y constante de Jesús en el sagrario, que invita a la adoración. El
Santo Padre advirtió que «concentrando toda la relación con Jesús eucarístico
sólo en el momento de la misa se corre el peligro de vaciar de su presencia el
resto del tiempo y del espacio existencial».
Benedicto
XVI se refirió también a la importancia del elemento sagrado en la vida de las
personas y las sociedades. La experiencia muestra que cuando los padres «en
nombre de una fe desacralizada privan a sus hijos de todo ritual
religioso, terminarían dejando el campo libre a tantos sucedáneos presentes en
la sociedad de consumo».