lunes, 28 de junio de 2010

Bodas de Oro de Don Daniel Bermúdez

El domingo día 27 celebramos las Bodas de Oro de Don Daniel Bermúdez, un acto lleno de emoción y de ternura.


Don Daniel instantes previos a la Santa Misa

Los oferentes






¿Qué sentimientos experimentó en la fiesta de ayer?
"Indudablemnte unos sentimientos de gratitud a Dios nuestro Señor, por este gran Don del Sacerdocio que regocé en las fiestas de ayer. Quiero agradecer en primer lugar la adhesión cariñosa de las hermanitas de los Ancianos Desamparados que se portaron como una Madre en la fiesta de su hijo."
Don Daniel Bermúdez

Don Pedro presidió la Eucaristía de esta celebración

domingo, 27 de junio de 2010

Semana con la Cruz de las jornadas mundiales de la Juventud



Descargar díptico. Documento en PDF

26 julio:

A las 12:00 h en el puerto de Vigo: acto de acogida de la Cruz que cruzará la Ría desde Cangas Los jóvenes que desean portar la cruz llevaran camiseta color rojo. Los de la Archidiócesis la llevaran blanca A las 21:00 h en A Franqueira: vigilia Mariana con el Icono de las JMJ de la Virgen y la CruzJMJ. Es el día de los abuelos y el tema: la transmisión de la fe. Invitación especial a los jóvenes y familias de los arciprestazgos de Tea, San Martiño, Mondariz-Montes y el resto de la Diócesis

27 julio:

A las 18:00 h: acto en el Convento Carmelitas Sabaris. Para todos, especialmente para Arciprestazgo Val Miñor, Vigo San Andres, A Guarda-Tebra A las 21:00 h: salida desde el Monasterio hasta la playa de Baiona donde a las 21.30h. un encuentro "en la orilla" (Pastoral Vocacional) al acabar irá para el convento de las Dominicas de Baiona 28 julio:
A las 11:00 h Acto en el convento Dominicas BaionaA las 12:00 h Rosario por la PAZ en el convento, lo hacen todo el año A las 17:00 h Parque Riouxa-Teis jornada para jóvenes enfermos físicos y psíquicos
que están en sus casas (LOCALIZAR E INVITAR) y en centros de acogida A las 20:00 h Acto en las Salesas que estará la cruz hasta el día siguiente hasta las 12:00h. Arciprestazgo de Vigo

29 julio

A partir del mediodía en Benedictinas de Trasmañó.
Acto a las 18:00 h. Para todos, especialmente Arciprestazgo Redondela-Oitaven, Vigo-Teis
30 julio

A las 18h acto en O Rosal. Especialmente para Arciprestazgo Tebra-A Guarda A las 20.00 acto en Centro espiritualidad JUM A las 20.30 inicio VIACRUCIS por Ribeira do Louro, Corredera, Catedral A las 22.00 Vigilia de Oración con meditación del Sr. Obispo en la Catedral

31 julio:

a las 11:00 h CONFIRMACIÓN extraordinaria. Los criterios son: nacidos antes de 1995, presenta párroco los datos candidatos, y garantía mínima formación. Para parroquias con 1 o dos candidatos mayores de edad, les proponemos este fin de semana de formación intensiva A las 18:00 h acto en las Clarisas de Tui Especialmente para los Arciprestazgo Tui, Entienza, Salvaterra, Louriña.

1 agosto:

8.30 m (laudes) en Tui salida del Traslado a Vigo por tramos para unirnos a la procesión del Stmo Cristo Victoria y os pediría colaboración para garantizar el relevo entre tramo y tramo.

AVISARME. Tienen que llevar camiseta roja y a los párrocos del camino que avisen para tocar campanas, votar foguetes, gaiteiros de las asociaciones locales, etc. Una fiesta.


Horas estimadas del recorrido: 8.30 mañana laudes en Tui 10:00 h

paso por Ribadelouro 12:00 h

paso por Chenlo 13:00 h

alto de San Cosme 13.15 h.

Eucaristia en Zamáns.

Comida bocatas (trae cada uno, solo hay agua embalsada en Zamáns) 16.00 h. Rotonda de Vincios dirección a Garrida 16.30 h. Valladares 18.00 h. Matamá- Pereiro-Castrelos 19.00 h. Plaza As Travesas 20.00 h. Berbés que se encontrará con la imagen del Cristo Victoria 22.00 h. Acto de despedida de la CruzJMJ para unirse a la PEJ

¡¡Jóvenes, acudid todos!!

miércoles, 23 de junio de 2010

Las hogueras de San Juan


Un año más hemos disfrutado de nuestra pequeña hoguera en casa... cantando, bailando,comiendo y riendo ...como una gran familia!!!












Gracias una vez más a todos los residentes, hermanitas y familiares

lunes, 21 de junio de 2010

Peregrinación a Santiago de Compotela


El viernes 18 de Junio nuestros residentes acompañados de las hermanitas realizaron una peregrinación a Santiago de Compostela. El viaje estuvo repleto de momentos emotivos y divertidos.

En la catedral vivimos momentos cargados de mucha emoción



Y después de una larga mañana nos tocó reponer fuerzas



Compartimos unos instantes con el Señor Arzobispo Don Julián Barrio

y nos convertimos en unas auténticas peregrinas ...



Los jóvenes también estuvieron presentes en este día tan señalado



Nuestras hermanitas ante la Catedral



Después de nuestra visita a Santiago hicimos un alto en el camino en la Virgen de la Roca


Y nos divertimos con juegos populares

Amor entre hermanas




El cariño de nuestros residentes


y bailamos, y bailamos hasta cansarnos!!!



Gracias por compartir un día tan maravilloso con nosotros

jueves, 17 de junio de 2010

Poesia de nuestra Residente Carmen Quiertant


Jesús: ¡qué nombre más bonito!
Jesús qué nombre tan hermoso
Lo forman destellos de luceros
Y claveles rojos
Los claveles son la sangre que nos dio a nosotros
Y los destellos de los luceros la luz de nuestros ojos
¡Dios mío cuánto me hubiera gustado
Besar las huellas de tus pies al pasar
Para poderte adorar!
Corazón de Jesús guianos por tu bondad
Tu diste vida a la vida
Y reposo al caminante que ya no puede caminar
Guíanos por el sendero de la luz y la verdad
Por la luz y la caridad
Por la luz de la humildad
Guíanos Señor, guíanos


(Carmen Quiertant )

lunes, 14 de junio de 2010

Homilia en la Calausura del Año Sacerdotaf S.S. Beneicto XVI


Queridos hermanos y hermanas,en la celebración solemne de Pentecostés estamos invitados a profesar nuestra fe en la presencia y en la acción del Espíritu Santo y a invocar su efusión sobre nosotros, sobre la Iglesia y sobre todo el mundo. Hagamos nuestra, por tanto, y con particular intensidad, la invocación de la Iglesia misma: Veni, Sancte Spiritus! Una invocación tan simple e inmediata, pero también extraordinariamente profunda, que brota ante todo del corazón de Cristo. El Espíritu, de hecho, es el don que Jesús ha pedido y continuamente pide al Padre para sus amigos; el primero y principal don que nos ha obtenido con su Resurrección y Ascensión al Cielo.
De esta oración de Cristo nos habla el fragmento evangélico de hoy, que tiene como contexto la Última Cena. El Señor Jesús dice a sus discípulos: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos; y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre” (Jn 14,15-16). Aquí se revela el corazón orante de Jesús, su corazón filial y fraterno. Esta oración llega a su cenit y a su cumplimiento en la cruz, donde la invocación de Cristo es una unidad con el don total que Él hace de sí mismo, y así su orar se convierte, por así decirlo, en el sello mismo de su darse en plenitud por amor del Padre y de la humanidad: invocación y donación del Espíritu se encuentran, se compenetran, se convierten en una única realidad. “Y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre”. En realidad, la oración de Jesús -la de la Última Cena y la de la cruz- es una oración que continúa también en el Cielo, donde Cristo está sentado a la derecha del Padre. Jesús, de hecho, vive siempre su sacerdocio de intercesión a favor del pueblo de Dios y de la humanidad y por tanto reza por todos nosotros pidiendo al Padre el don del Espíritu Santo.
El relato de Pentecostés en el libro de los Hechos de los Apóstoles -lo hemos escuchado en la primera lectura (cf Hch 2,1-11)- presenta el “nuevo rumbo” de la obra de Dios iniciada con la resurrección de Cristo, obra que implica al hombre, a la historia y al cosmos. Del Hijo de Dios muerto y resucitado y vuelto al Padre espira ahora sobre la humanidad, con inédita energía, el soplo divino, el Espíritu Santo. ¿Y qué produce esta nueva y potente auto-comunicación de Dios? Donde hay laceraciones y alienación, crea unidad y comprensión. Se desencadena un proceso de reunificación entre las partes de la familia humana, dividida y dispersa; las personas, a menudo reducidas a individuos en competición o en conflicto entre ellos, alcanzadas por el Espíritu de Cristo, se abren a la experiencia de la comunión, que puede implicarlas hasta el punto de hacer de ellas un nuevo organismo, un nuevo sujeto: la Iglesia. Éste es el efecto de la obra de Dios: la unidad; por eso la unidad es la señal de reconocimiento, el “tarjeta de visita” de la Iglesia a lo largo de su historia universal. Desde el principio, desde el día de Pentecostés, habla todas las lenguas. La Iglesia universal precede a las Iglesias particulares, y éstas deben siempre conformarse a ella, según un criterio de unidad y universalidad. La Iglesia ya no es prisionera de fronteras políticas, raciales ni culturales; no se puede confundir con los Estados ni con las Federaciones de Estados, porque su unidad es de otro tipo y aspira a atravesar todas las fronteras humanas.
De esto, queridos hermanos, deriva un criterio práctico de discernimiento para la vida cristiana: cuando una persona, o una comunidad, se cierra en su propio modo de pensar y de actuar, es signo de que se está alejando del Espíritu Santo. El camino de los cristianos y de las Iglesias particulares debe confrontarse siempre con el de la Iglesia una y católica, y armonizarse con él. Esto no significa que la unidad creada por el Espíritu Santo sea una especie de igualitarismo. Al contrario, éste es más el modelo de Babel, es decir, la imposición de una cultura de la unidad que podemos definir como “técnica”. La Biblia, de hecho, nos dice (cf Gen 11,1-9) que en Babel todos hablaban una sola lengua. En Pentecostés, en cambio, los Apóstoles hablan lenguas diversas para que cada uno entienda el mensaje en su propio idioma. La unidad del Espíritu se manifiesta en la pluralidad de la comprensión. La Iglesia es por su naturaleza una y múltiple, destinada como está a vivir en todas las naciones, en todos los pueblos, y en los más diversos contextos sociales. Responde a su vocación, de ser signo e instrumento de unidad de todo el género humano (cf Lumen gentium, 1), sólo si permanece autónoma de todo Estado y de toda cultura particular. Siempre y en todo lugar la Iglesia debe ser verdaderamente, católica y universal, la casa de todos en la que cada uno se puede volver a encontrar.
El relato de los Hechos de los Apóstoles nos ofrece también otro principio muy concreto. La universalidad de la Iglesia se expresa en el elenco de los pueblos, según la antigua tradición: “Somos Partos, Medos, Elamitas...”, etcétera. Se puede observar que san Lucas va más allá del número 12, que ya expresa siempre una universalidad. Él mira más allá de los horizontes de Asia y del noroeste de África, y añade otros tres elementos: los “Romanos”, es decir el mundo occidental; los “Judíos y prosélitos”, comprendiendo de una nueva manera la unidad entre Israel y el mundo; y finalmente “Cretenses y Árabes”, que representan Occidente y Oriente, islas y tierra firme. Esta apertura de horizontes confirma aún más la novedad de Cristo en la dimensión del espacio humano, de la historia de las gentes: el Espíritu Santo implica a hombres y pueblos y, a través de ellos, supera muros y barreras.
En Pentecostés el Espíritu Santo se manifiesta como fuego. Su llama ha descendido sobre los discípulos reunidos, se ha encendido en ellos y les ha dado el nuevo ardor de Dios. Se realiza así lo que había predicho el Señor Jesús: “He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido!” (Lc 12,49). Los Apóstoles, junto a los fieles de las diversas comunidades, han llevado esta llama divina hasta los últimos confines de la Tierra; han abierto así un camino para la humanidad, un camino luminoso, y han colaborado con Dios que con su fuego quiere renovar la faz de la tierra. ¡Qué distinto es este fuego al de las guerras y las bombas! Qué distinto es el incendio de Cristo, propagado por la Iglesia, al encendido por los dictadores de toda época, también del siglo pasado, que dejan tras de sí tierra arrasada. El fuego de Dios, el fuego del Espíritu Santo, es el de la zarza que arde sin consumirse (cf Ex 3,2). Es una llama que arde, pero no destruye; que, así, inflamando hace emerger la parte mejor y más verdadera del hombre, como en una fusión hace emerger su forma interior, su vocación a la verdad y al amor.
Un Padre de la Iglesia, Orígenes, en una de sus Homilías sobre Jeremías, informa de un hecho atribuido a Jesús, no contenido en las Sagradas Escrituras pero quizás auténtico, que dice así: “Quien está cerca mío está cerca del fuego” (Homilía sobre Jeremías L. I [III]). En Cristo, de hecho, habita la plenitud de Dios, a quien en la Biblia se compara con el fuego. Hemos observado anteriormente que la llama del Espíritu Santo arde pero no quema. Y sin embargo obra una transformación, y por eso debe consumir algo en el hombre, las escorias que lo corrompen y le obstaculizan en sus relaciones con Dios y con el prójimo. Este efecto del fuego divino sin embargo nos asusta, tenemos miedo de “quemarnos”, preferimos quedarnos como estamos. Esto es porque muchas veces nuestra vida está configurada según la lógica del tener, del poseer y no del darse. Muchas personas creen en Dios y admiran la figura de Jesucristo, pero cuando se les pide perder algo de sí mismos, entonces se echan atrás, tienen miedo de las exigencias de la fe. Es el miedo a tener que renunciar a algo bueno, en el que somos atacados, el miedo a que seguir a Cristo nos prive de la libertad, de ciertas experiencias, de una parte de nosotros mismos. Por una parte queremos estar con Jesús, seguirlo de cerca, y por otra tenemos miedo de las consecuencias que eso comporta.
Queridos hermanos y hermanas, siempre necesitamos oír decir del Señor Jesús lo que a menudo les repetía a sus amigos: “No tengáis miedo”. Como Simón Pedro y los demás, debemos dejar que su presencia y su gracia transformen nuestro corazón, siempre sujeto a la debilidad humana. Debemos saber reconocer que perder algo, incluso a uno mismo por el verdadero Dios, el Dios del amor y de la vida, es en realidad ganar, reencontrarse más plenamente. Quien se confía a Jesús experimenta ya en esta vida la paz y la alegría del corazón, que el mundo no puede dar, y no se pueden quitar una vez que Dios las ha dado. ¡Vale por tanto la pena dejarse tocar por el fuego del Espíritu Santo! El dolor que nos causa es necesario para nuestra transformación. Es la realidad de la cruz: por eso en el lenguaje de Jesús el “fuego” es sobre todo una representación del misterio de la cruz, sin el cual no existe el cristianismo. Por eso, iluminados y confortados por estas palabras de vida, elevemos nuestra invocación: ¡Ven, Espíritu Santo! ¡Enciende en nosotros el fuego de tu amor! Sabemos que ésta es una oración audaz, con la que pedimos ser tocados por la llama de Dios; pero sabemos sobre todo que esta llama -y sólo ésa- tiene el poder de salvarnos. No queramos, por defender nuestra vida, perder la eterna que Dios nos quiere dar. Necesitamos el fuego del Espíritu Santo, porque sólo el Amor redime. Amén.

viernes, 11 de junio de 2010

Procesión del Corpus en nuestra Residencia






Solemnidad del Sagrado Corazón


Consagración al Sagrado Corazón de Jesús

Sacratísimo Corazón de mi Salvador Jesús, jardín amenísimo de dulzuras y bendiciones celestiales,fuente perenne e inagotable de purísima agua que salta hasta la vida eterna, semillero de todas las virtudes y centro de santísimos afectos. Yo os bendigo, adoro y alabo, y deseo bendeciros, adoraros y alabaros en todos los instantes de mi vida, para poder alabaros y bendeciros eternamente en el cielo.

¡Sea vuestro Sacratísimo Corazón el Tabernáculo Santo donde yo acuda en todas mis necesidades, el lugar donde reciba las santas inspiraciones, el consejo y acierto para todas mis obras, luz para mi entendimiento, unción para mis palabras y consuelo en todas mis aflicciones. Sea morada de descanso y de paz para mi espíritu en todas las adversidades de esta vida terrena!

Que viva, Jesús mio, unido e identificado siempre a vuestro corazón Sacratísimo, y me sea prenda segura de la santificación de mi alma en esta vida y de gozo eterno en el cielo. Amén.

domingo, 6 de junio de 2010

SOLEMNIDAD DEL SANTISIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO


«Mi carne es verdadera comida, y mi Sangre verdadera bebida;
el que come mi Carne, y bebe mi Sangre, en Mí mora, y Yo en él.» (Jn 6, 56-57)


Esta fiesta se comenzó a celebrar en Lieja en 1246, siendo extendida a toda la Iglesia occidental por el Papa Urbano IV en 1264, teniendo como finalidad proclamar la fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Presencia permanente y substancial más allá de la celebración de la Misa y que es digna de ser adorada en la exposición solemne y en las procesiones con el Santísimo Sacramento que entonces comenzaron a celebrarse y que han llegado a ser verdaderos monumentos de la piedad católica. Ocurre, como en la solemnidad de la Trinidad, que lo que se celebra todos los días tiene una ocasión exclusiva para profundizar en lo que se hace con otros motivos. Este es el día de la eucaristía en sí misma, ocasión para creer y adorar, pero también para conocer mejor la riqueza de este misterio a partir de las oraciones y de los textos bíblicos asignados en los tres ciclos de las lecturas.
El Espíritu Santo después del dogma de la Trinidad nos recuerda el de la Encarnación, haciéndonos festejar con la Iglesia al Sacramento por excelencia, que, sintetizando la vida toda del Salvador, tributa a Dios gloria infinita, y aplica a las almas, en todos los tiempos, los frutos extraordinarios de la Redención. Si Jesucristo en la cruz nos salvó, al instituir la Eucaristía la víspera de su muerte, quiso en ella dejarnos un vivo recuerdo de la Pasión. El altar viene siendo como la prolongación del Calvario, y la misa anuncia la muerte del Señor. Porque en efecto, allí está Jesús como una víctima, pues las palabras de la doble consagración nos dicen que primero se convierte el pan en Cuerpo de Cristo, y luego el vino en Su Sangre, de manera que, ofrece a su Padre, en unión con sus sacerdotes, la sangre vertida y el cuerpo clavado en la Cruz.
La Hostia santa se convierte en «trigo que nutre nuestras almas». Como Cristo al ser hecho Hijo de recibió la vida eterna del Padre, los cristianos participan de Su eterna vida uniéndose a Jesús en el Sacramento, que es el símbolo más sublime, real y concreto de la unidad con la Víctima del Calvario.
Esta posesión anticipada de la vida divina acá en la tierra por medio de la Eucaristía, es prenda y comienzo de aquella otra de que plenamente disfrutaremos en el Cielo, porque «el Pan mismo de los ángeles, que ahora comemos bajo los sagrados velos, lo conmemoraremos después en el Cielo ya sin velos» (Concilio de Trento).
Veamos en la Santa Misa el centro de todo culto de la Iglesia a la Eucaristía, y en la Comunión el medio establecido por Jesús mismo, para que con mayor plenitud participemos de ese divino Sacrificio; y así, nuestra devoción al Cuerpo y Sangre del Salvador nos alcanzará los frutos perennes de su Redención.
Secuencia
Alaba, alma mía, a tu Salvador; alaba a tu guía y Pastor con himnos y cánticos.
Pregona su gloria cuanto puedas, porque Él está sobre toda alabanza, y jamás podrás alabarle lo bastante.
El tema especial de nuestros loores es hoy el Pan vivo y que da Vida.
El cual no dudamos fue dado en la mesa de la Sagrada Cena a los doce Apóstoles.
Sea, pues, llena, sea sonora, sea alegre, sea pura la alabanza de nuestra alma.
Porque celebramos solemnemente el día en que este divino Banquete fue instituído.
En esta mesa del nuevo Rey, la Pascua nueva de la Nueva Ley pone fin a la Pascua antigua.
Instruídos, con sus santos mandatos, consagramos el pan y el vino, que se convierten en Hostia de salvación.
Es dogma para los cristianos, que el pan se convierte en carne, y el vino en sangre.
Lo que no comprendes y no ves, una fe viva lo atestigua, fuera de todo el orden de la naturaleza.
Bajo diversas especies, que son accidente y no sustancia, están ocultos los dones más preciados.
Su Carne es alimento y Su Sangre bebida; mas todo entero está bajo cada especie.
Se recibe íntegro, sin que se le quebrante ni divida; recíbese todo entero.
Recíbelo uno, recíbenlo mil; y aquél le toma tanto como éstos, pues no se consume al ser tomado.
Recíbenlo los buenos y los malos; pero con desigual resultado, pues sirve a unos de vida y a otros de condenación y muerte.
Es muerte para los malos, y vida para los buenos; mira cómo un mismo alimento produce efectos tan diversos.
Cuando se divide el Sacramento, no vaciles, sino recuerda que Jesucristo tan entero está en cada parte como antes en el todo.
Ninguna partición hay en la sustancia, tan sólo hay partición de los accidentes, sin que se disminuya ni el estado, ni la estatura del que está representado.
He aquí el Pan de los Ángeles, hecho alimento de viandantes; es verdaderamente el Pan de los hijos, que no debe ser echado a los perros.
Estuvo ya representado por las figuras de la antigua Ley, en la inmolación de Isaac, en el sacrificio del Cordero Pascual, y en el Maná dado a nuestros padres.
Buen Pastor, Pan verdadero, ¡oh Jesús! apiádate de nosotros. Apaciéntanos y protégenos; haz que veamos los bienes en la tierra de los vivientes.
Tú, que todo los sabes y puedes, que nos apacientas aquí cuando somos aún mortales, haznos allí tus comensales, coherederos y compañeros de los santos ciudadanos del Cielo. Amén. Aleluya.
Procesión del Corpus Christi
Las procesiones son a modo de públicas manifestaciones de fe; y por eso la Iglesia las fomenta y favorece hasta con indulgencias. Pero la más solemne de todas las procesiones es la de Corpus Christi. En ella se cantan himnos sagrados y eucarísticos de Santo Tomás de Aquino, el Doctor Angélico y de la Eucaristía. Algunos de los himnos utilizados tradicionalmente son: Pange lengua; Sacris solemniis; Verbum supérnum; Te Deum, al terminar la procesión; y, Tantum ergo, al volver de la procesión, en torno del altar para finalizar.

sábado, 5 de junio de 2010

La fiesta del Corpus Christi


La fiesta del Corpus Christi (Cuerpo de Cristo, en latín) conmemora la institución de la Santa Eucaristía. Este día la Santa Iglesia nos invita a meditar sobre el misterio de la presencia del Señor, en ese pan consagrado que guardamos en todas las comunidades cristianas
La Eucaristía sigue siendo la opción fundamental de nuestra fe. Ante el misterio del pan de vida el sacerdote tiene que renovar su adoración, el cristiano confesar que es un misterio que trasciende su inteligencia.
La Eucaristía nos pone de rodillas, confunde nuestro orgullo y nos abre a la humildad y al gozo de la fe en la palabra y en el poder de Cristo. Solo así se convierte para nosotros en misterio de luz y de vida. La Eucaristía es, como recuerda el Concilio Vaticano II, el bien supremo de la Iglesia, Cristo Pan verdadero que con su carne vivificada y vivificante, por medio del Espíritu Santo, da la vida a los hombres.
Comulgar no es un mero recibir al Señor, hacer una comunión, es elegir una vez más a Cristo, es aceptar lo que fue su vida, su obra, su entregarse. No debemos acostumbrarnos a la Eucaristía, porque el que se acostumbra la destruye. La Eucaristía es una realidad continuamente nueva, es la realidad de Dios.

Historia de la Fiesta
A fines del siglo XIII surgió en Lieja, Bélgica, un Movimiento Eucarístico cuyo centro fue la Abadía de Cornillón fundada en 1124 por el Obispo Albero de Lieja. Este movimiento dio origen a varias costumbres eucarísticas, como por ejemplo la Exposición y Bendición con el Santísimo Sacramento, el uso de las campanillas durante la elevación en la Misa y la fiesta del Corpus Christi.
Santa Juliana de Mont Cornillón, por aquellos años priora de la Abadía, fue la enviada de Dios para propiciar esta Fiesta. Desde joven, tuvo una gran veneración al Santísimo Sacramento. Y siempre añoraba que se tuviera una fiesta especial en su honor. Este deseo se dice haber intensificado por una visión que tuvo de la Iglesia bajo la apariencia de luna llena con una mancha negra, que significaba la ausencia de esta solemnidad.
Juliana comunicó estas apariciones a Roberto de Thorete, el entonces obispo de Lieja, también al docto Dominico Hugh, más tarde cardenal legado de los Países Bajos y a Jacques Pantaleón, en ese tiempo archidiácono de Lieja, más tarde Papa Urbano IV.
El obispo Roberto se impresionó favorablemente y, como en ese tiempo los obispos tenían el derecho de ordenar fiestas para sus diócesis, invocó un sínodo en 1246 y ordenó que la celebración se tuviera el año entrante. El obispo Roberto no vivió para ver la realización de su orden, ya que murió el 16 de octubre de 1246, pero la fiesta se celebró por primera vez al año siguiente el jueves posterior a la fiesta de la Santísima Trinidad. Más tarde un obispo alemán conoció la costumbre y la extendió por toda la actual Alemania.
El Santo Padre Urbano IV, por aquél entonces, tenía la corte en Orvieto, un poco al norte de Roma. Muy cerca de esta localidad se encuentra Bolsena, donde en 1263 o 1264 se produjo el Milagro de Bolsena: un sacerdote que celebraba la Santa Misa tuvo dudas de que la Consagración fuera algo real. Al momento de partir la Sagrada Forma, vio salir de ella sangre de la que se fue empapando en seguida el corporal. La venerada reliquia fue llevada en procesión a Orvieto el 19 junio de 1264. Hoy se conservan los corporales –donde se apoya el cáliz y la patena durante la Misa- en Orvieto, y también se puede ver la piedra del altar en Bolsena, manchada de sangre.
El Papa movido por el prodigio, y a petición de varios obispos, hace que se extienda la fiesta del Corpus Christi a toda la Iglesia por medio de la bula Transiturus del 8 septiembre del mismo año, fijándola para el jueves después de la octava de Pentecostés y otorgando muchas indulgencias a todos los fieles que asistieran a la Santa Misa y al oficio.
Algunos biógrafos de Urbano IV dicen que éste encargó un oficio –la liturgia de las horas- a San Buenaventura y a Santo Tomás de Aquino. Cuando el Papa comenzó a leer en voz alta el de Santo Tomás, San Buenaventura fue rompiendo el suyo en pedazos.
La muerte del Papa Urbano IV (el 2 de octubre de 1264), un poco después de la publicación del decreto, obstaculizó que se difundiera la fiesta. Pero el Papa Clemente V tomó el asunto en sus manos y, en el concilio general de Viena (1311), ordenó una vez más la adopción de esta fiesta. En 1317 se promulga una recopilación de leyes –por Juan XXII- y así se extiende la fiesta a toda la Iglesia.
Ninguno de los decretos habla de la procesión con el Santísimo como un aspecto de la celebración. Sin embargo estas procesiones fueron dotadas de indulgencias por los Papas Martín V y Eugenio IV y se hicieron bastante comunes a partir del siglo XIV.
El Concilio de Trento declara que muy piadosa y religiosamente fue introducida en la Iglesia de Dios la costumbre, que todos los años, determinado día festivo, se celebre este excelso y venerable sacramento con singular veneración y solemnidad; y reverente y honoríficamente sea llevado en procesión por las calles y lugares públicos. En esto los cristianos atestiguan su gratitud y recuerdo por tan inefable y verdaderamente divino beneficio, por el que se hace nuevamente presente la victoria y triunfo de la muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

miércoles, 2 de junio de 2010


La imagen del Sagrado Corazón de Jesús nos recuerda el núcleo central de nuestra fe: todo lo que Dios nos ama con su Corazón y todo lo que nosotros, por tanto, le debemos amar. Jesús tiene un Corazón que ama sin medida. Y tanto nos ama, que sufre cuando su inmenso amor no es correspondido.
La Iglesia dedica todo el mes de junio al Sagrado Corazón de Jesús, con la finalidad de que los católicos lo veneremos, lo honremos y lo imitemos especialmente en estos 30 días.

Esto significa que debemos vivir este mes demostrandole a Jesús con nuestras obras que lo amamos, que correspondemos al gran amor que Él nos tiene y que nos ha demostrado entregándose a la muerte por nosotros, quedándose en la Eucaristía y enseñándonos el camino a la vida eterna. Todos los días podemos acercarnos a Jesús o alejarnos de Él. De nosotros depende, ya que Él siempre nos está esperando y amando.

Debemos vivir recordandolo y pensar cada vez que actuamos: ¿Qué haría Jesús en esta situación, qué le dictaría su Corazón? Y eso es lo que debemos hacer (ante un problema en la familia, en el trabajo, en nuestra comunidad, con nuestras amistades, etc.). Debemos, por tanto, pensan si las obras o acciones que vamos a hacer nos alejan o acercan a Dios.

Tener en casa o en el trabajo una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, nos ayuda a recordar su gran amor y a imitarlo en este mes de junio y durante todo el año.

Origen de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús

Santa Margarita María de Alacoque era una religiosa de la Orden de la Visitación. Tenía un gran amor por Jesús. Y Jesús tuvo un amor especial por ella.Se le apareció en varias ocasiones para decirle lo mucho que la amaba a ella y a todos los hombres y lo mucho que le dolía a su Corazón que los hombres se alejaran de Él por el pecado. Durante estas visitas a su alma, Jesús le pidió que nos enseñara a quererlo más, a tenerle devoción, a rezar y, sobre todo, a tener un buen comportamiento para que su Corazón no sufra más con nuestros pecados.El pecado nos aleja de Jesús y esto lo entristece porque Él quiere que todos lleguemos al Cielo con Él. Nosotros podemos demostrar nuestro amor al Sagrado Corazón de Jesús con nuestras obras: en esto precisamente consiste la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

Las promesas del Sagrado Corazón de Jesús:

Jesús le prometió a Santa Margarita de Alacoque, que si una persona comulga los primeros viernes de mes, durante nueve meses seguidos, le concederá lo siguiente:

1. Les daré todas las gracias necesarias a su estado (casado(a), soltero(a), viudo(a) o consagrado(a) a Dios).
2. Pondré paz en sus familias.
3. Los consolaré en todas las aflicciones.
4. Seré su refugio durante la vida y, sobre todo, a la hora de la muerte.
5. Bendeciré abundantemente sus empresas.
6. Los pecadores hallarán misericordia.
7. Los tibios se harán fervorosos.
8. Los fervorosos se elevarán rápidamente a gran perfección.
9. Bendeciré los lugares donde la imagen de mi Corazón sea expuesta y venerada.
10. Les daré la gracia de mover los corazones más endurecidos.
11. Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón y jamás será borrado de Él.
12. La gracia de la penitencia final: es decir, no morirán en desgracia y sin haber recibido los Sacramentos.


Oración de Consagración al Sagrado Corazón de Jesús

Podemos conseguir una estampa o una figura en donde se vea el Sagrado Corazón de Jesús y, ante ella, llevar a cabo la consagración familiar a su Sagrado Corazón, de la siguiente manera:

Señor Jesucristo, arrodillados a tus pies,

renovamos alegremente la Consagración

de nuestra familia a tu Divino Corazón.

Sé, hoy y siempre, nuestro Guía,
el Jefe protector de nuestro hogar,
el Rey y Centro de nuestros corazones.

Bendice a nuestra familia, nuestra casa,
a nuestros vecinos, parientes y amigos.

Ayúdanos a cumplir fielmente nuestros deberes, y participa de nuestras alegrías y angustias,

de nuestras esperanzas y dudas, de nuestro trabajo y de nuestras diversiones.

Danos fuerza, Señor, para que carguemos nuestra cruz de cada día y sepamos ofrecer todos nuestros actos, junto con tu sacrificio, al Padre.

Que la justicia, la fraternidad, el perdón y la misericordia estén presentes en nuestro hogar y en nuestras comunidades. Queremos ser instrumentos de paz y de vida.

Que nuestro amor a tu Corazón compense, de alguna manera, la frialdad y la indiferencia, la ingratitud y la falta de amor de quienes no te conocen, te desprecian o rechazan.

Sagrado Corazón de Jesús, tenemos confianza en Ti. Confianza profunda, ilimitada.


SAGRADO CORAZON DE JESUS EN VOS CONFIAMOS