domingo, 28 de agosto de 2011

Festividad de Santa Teresa Jornet, patrona de la ancianidad, en varias residencias



Las hermanitas de los Ancianos Desamparados celebran hoy la fiesta de su fundadora

El Obispo de la Diócesis, Mons. Estaban Escudero presidió esta mañana la Eucaristía en la casa de las hermanitas

Un total de 11 religiosas, junto con un grupo de profesionales atienden a los más de 200 ancianos que viven en la casa que las hermanitas tienen en la avenida de Madrid. Esta mañana en el centro se vivía una alegría especial y es que hoy celebran la fiesta de su fundadora, Santa Teresa Jornet. Pablo VI la proclamó patrona de la ancianidad el 24 de febrero del 1977.



El prelado palentino destacó en su homilía que el anuncio del Evangelio del Reino de Dios y la acción a favor de los pobres, son inseparables en la misión del Señor y de la comunidad eclesial. En este sentido, Mons. Escudero resaltó que el amor –caritas_ siempre será necesario y por eso, quien intenta desentenderse del amor se dispone a desentenderse del hombre en cuanto hombre. El Obispo valoró y agradeció la labor de estas hermanas en el cuidado y la atención a los mayores y mostró su especial satisfacción por poder conmemorar la festividad de Santa Teresa Jornet, cuyos restos mortales se encuentran en Valencia, donde fundó la Casa Madre.

La fiesta continúa durante el día de hoy con la actuación del grupo de teatro “El Desastre” y la comida que se celebrará en el jardín del centro.



HOMILÍA DE MONS. ESCUDERO





Evangelización y caridad. La caridad de cristo nos apremia (2Cor 5, 14) a vivir para Él y con Él al servicio de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. La Iglesia, misterio de comunión, tiene la misión de significar y actualizar el amor de Dios en el mundo y en diálogo con él. El anuncio del Evangelio del reino de Dios y la acción en favor de los pobres, son inseparables en la misión del Señor y, por lo mismo, de la comunidad eclesial. Lo recuerda Juan Pablo II: «el anuncio del Evangelio es la primera forma de caridad, pero sin una evangelización llevada a cabo mediante el testimonio de la caridad... corre el peligro de ser incomprendido o de quedarse en el mar de las palabras al que la actual sociedad de la comunicación nos somete cada día» [NMI 501] (La caridad de Cristo nos apremia).

La necesidad del amor. El amor -caritas- siempre será necesario, incluso en la sociedad más justa. No hay orden estatal, por justo que sea, que haga superfluo el servicio del amor. Quien intenta desentenderse del amor se dispone a desentenderse del hombre en cuanto hombre. Siempre habrá sufrimiento que necesite consuelo y ayuda. Siempre habrá soledad. Siempre se darán también situaciones de necesidad material en las que es indispensable una ayuda que muestre un amor concreto al prójimo... La afirmación según la cual las estructuras justas harían superfluas las obras de caridad, esconde una concepción materialista del hombre: el prejuicio de que el hombre vive «sólo de pan», una concepción que humilla al hombre e ignora precisamente lo que es más específicamente humano (Deus Caritas est, 28).

Importancia de la oración. Quien reza no desperdicia su tiempo, aunque todo haga pensar en una situación de emergencia y parezca impulsar sólo a la acción. La piedad no escatima la lucha cintra la pobreza o la miseria del prójimo. La beata Teresa de Calcuta es un ejemplo evidente de que el tiempo dedicado a Dios en la oración no sólo deja ser un obstáculo para la eficacia y la dedicación al amor al prójimo, sino que es en realidad una fuente inagotable para ello. En su carta para la Cuaresma de 1996 la beata escribía a sus colaboradores laicos: «Nosotros necesitamos esta unión íntima con Dios en nuestra vida cotidiana. Y ¿cómo podemos conseguirla? A través de la oración».

Ha llegado el momento de reafirmar la importancia de la oración ante el activismo y el secularismo de muchos cristianos comprometidos en el servicio caritativo. Obviamente, el cristiano que reza no pretende cambiar los planes de Dios o corregir lo que Dios ha previsto. Busca más bien el encuentro con el Padre de Jesucristo, pidiendo que esté presente, con el consuelo de su Espíritu, en él y en su trabajo (Deus caritas est, 36-37).