sábado, 23 de octubre de 2010

DÍA DEL DOMUND





El domingo 24 de octubre se celebra la Jornada Mundial de las Misiones (el DOMUND), con el lema “queremos ver a Jesús”. Es hora de contribuir a la misión evangelizadora de la Iglesia con la oración y la aportación económica, cada uno según sus posibilidades.

¿Dónde está Dios? ¡Quiero ver a Dios!

Carta de Mons. Francisco Pérez González, Arzobispo de Pamplona, Obispo de Tudela y Director de Obras Misionales Pontificias en España.
El lema que este año hemos escogido, para la Jornada del Domund, es una propuesta muy clara para todos: “Queremos ver a Jesús” (Jn 12,21). El cartel nos presenta a una joven religiosa que mira con amor cristiano a un niño frágil y hambriento de afecto. No es fácil llevar a cabo este modo de vivir si antes no se tiene una experiencia de amistad con Aquel que llena el corazón de un amor y una paz indescriptible. Recuerdo que en una ocasión un joven me preguntó: “Quiero ver a Dios y por más que lo busco no lo encuentro ¿qué he de hacer? ¿Dónde está Dios?”. Nos sentamos y hablamos largo rato. En aquel momento no podía decirle complicadas o elucubraciones más o menos metafísicas; le abrí el libro de mi vida y le comencé a contar dónde encontré por primera vez a Dios. Fue el momento que me puse a servir por caridad a una persona que estaba necesitada. Allí estaba Dios y allí lo encontré. Y este joven que me miraba con ojos ansiosos de ver a Dios, le dije: “No olvides que siempre que en nosotros hay amor y amamos a los demás Dios se manifiesta. Él mismo nos lo asegura cuando nos dice que quien le ama y cumpla sus palabras tendrá la dicha de ser habitado por Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo”.

Cuentan los relatos de los monjes del desierto que en una ocasión un joven novicio sintió que si se acercaba a la cumbre de la montaña, antes que el sol se ocultara, iba a ver a Dios. Salió del monasterio muy de mañana con el fin de llegar cuánto antes a la cumbre. Cuando ya había realizado la mitad del camino se encontró con un montañero tirado en el suelo y pidiendo auxilio porque tenía una fractura en la pierna. El monje se acercó a él y le dijo que primero iría a ver a Dios y después le socorrería. Cuando llegó a la montaña y al tramo final de la cumbre, a punto del ocaso del sol, por más que miraba no pudo ver a Dios. Bajó con presteza a socorrer al montañero mal herido y cuando llegó ya no estaba. Concluyen los relatos: “Si hubiera socorrido con amor y premura al necesitado, hubiera visto a Dios, porque Dios es Amor y sólo se manifiesta a quien ama”. La decepción del joven novicio fue grande, pero la enseñanza hizo de él un monje gozoso de vivir por amor y para amar a los demás. El secreto de ‘ver a Dios’ se resumía en amar siempre.

El Papa Benedicto XVI, en el pregón del Domund, nos dice: “Cristo establece la nueva relación entre el hombre y Dios. Él es quien revela que ‘Dios es amor’ (1Jn4, 8), a la vez que nos enseña que la ley fundamental de la perfección humana, es el mandamiento nuevo del amor. Así, pues, a los que creen en la caridad divina les da la certeza de que abrir a todos los hombres los caminos del amor y esforzarse por instaurar la fraternidad universal no son cosas inútiles”.

La nueva evangelización y la nueva forma de vivir la misión es antigua y contemporánea porque sólo hay un estilo y una forma de vivir: el amor a Dios y al prójimo. Porque, como dice San Juan, ¿de qué le sirve a uno decir que ama a Dios a quien no ve si no ama al hermano a quien ve? Esta es la gran suerte de creer en Jesucristo: Él nos va manifestando lo que es y lo que significan nuestras vidas. Sin Dios la vida pierde todo sentido y Él es muy celoso como buen Padre de manifestarse, por sorpresa, en los momentos más inoportunos. “Soy ateo y esto es irreversible” me decía un joven tal vez dolorido por alguna circunstancia acosada por el sufrimiento. Lo escuché y cuando se desahogó le interpelé: “No olvides que un día en un ‘cambio de rasante’ o ‘a la vuelta de esquina’, de forma inesperada, te encontrarás cara a cara con Él”. Dios tiene el momento oportuno para cada uno y por ello hemos de tener la esperanza de que Dios mismo se hará el encontradizo cuando uno menos lo espera. Nunca abandona a sus hijos, los deja libres pero siempre les ofrece unas manos abiertas llenas de acogida como hizo con el hijo pródigo.

Quien tenga el deseo de ver a Dios no tiene otro camino si no es el del amor. Sucede lo mismo a aquel que desea ver el oxígeno: pues lo siente en sus pulmones aunque no lo perciba con los ojos. Ver y sentir se complementan. La oración es “un trato de amistad con aquel que sabemos nos ama” decía la Santa de Ávila. Y la plegaria es como el oxígeno para nuestros pulmones. Para el Santo Cura de Ars la oración era “una dulce amistad y una familiaridad que sorprende. El hombre no vive sólo de pan, vive de oración, vive de fe, de adoración y de Amor”. Si para ver a Dios se requiere vivir de la caridad, ésta no se conseguirá por puro deseo o incluso por puro sentimiento. La fuente de este amor está en la Eucaristía; de ahí que se la denomine la Fuente de donde mana y corre el Amor de Dios. No encontraremos a ningún santo que no haya tenido estos dos amores: a Cristo Eucaristía y a Cristo en los pobres. Separar estas dos realidades es caer en una herejía existencial y va contra la ley del mismo Evangelio.
La misma Eucaristía es manifestación de Dios. Los Padres de la Iglesia dirán que ella misma es epifanía de Dios. Muchos servidores del Evangelio, muchos sacerdotes, muchos consagrados, muchos matrimonios, muchos seglares han encontrado en la Eucaristía la fuerza para seguir hacia adelante en la vocación emprendida. Quien quiere ver a Dios ha de dejarse sorprender por la belleza y bondad de la Eucaristía que es Escuela de vida: de la vida de cada día. Con ella y desde ella podemos no sólo ver a Dios sino también hacer posible que los demás le vean. Esta es la misión de la Iglesia: que los que aún no conocen a Jesucristo puedan ver a Dios. Quien ve a Cristo y contempla a Cristo: ve a Dios.

Decía San Bernardo que a esta fuente de vida y de luz hemos de correr y con toda la fuerza del corazón exclamar: “¡Oh hermosura inefable del Dios altísimo, resplandor purísimo de la eterna luz! ¡Vida que vivificas toda vida, luz que iluminas toda luz y conservas en perpetuo resplandor millares de luces, que desde la primera aurora fulguran ante el trono de tu divinidad! De ti procede el río que alegra la ciudad de Dios, para que, con voz de regocijo y gratitud, te cantemos himnos de alabanza, probando por experiencia que en ti está la fuente viva, y tu luz nos hace ver la luz”.

En la Jornada del Domund pongamos todas las ofrendas que son las oraciones, los sacrificios y los donativos para que con todas ellas sigamos mostrando que el verdadero amor no solo se hace camino de santificación sino que es medio y apoyo para que Dios sea conocido, amado y adorado. Ojalá que en esta Jornada misionera muchos puedan ver a Dios o lo reconozcan con mayor nitidez.

Preguntas sobre el DOMUND
¿Qué es el DOMUND?
El DOmingo MUNDial de las Misiones es el día en que toda la Iglesia universal reza por la actividad evangelizadora de los misioneros y misioneras, y colabora económicamente con ellos en su labor, especialmente entre los más pobres y necesitados.

¿Cómo se distribuye el dinero del DOMUND?
La Asamblea Plenaria de los Directores Nacionales de las Obras Misionales Pontificias, que se celebra cada año en Roma, distribuye equitativamente entre las solicitudes presentadas por los misioneros la totalidad de las aportaciones llegadas de todo el mundo. Por eso se pide la colaboración con el DOMUND sin hacer referencia a proyectos concretos.

¿Para qué el DOMUND?
Con los donativos se subvenciona el sostenimiento de los misioneros y sus colaboradores. También se atienden otras necesidades especiales: construcción de iglesias y capillas, formación cristiana, compra de vehículos…, además de desarrollar proyectos sociales, educativos y sanitarios.

¿Por qué el DOMUND?
El 37% de la Iglesia católica lo constituyen territorios de misión, un total de 1.069 circunscripciones eclesiásticas que dependen de la ayuda personal de misioneros y misioneras y de la colaboración económica de otras Iglesias para realizar su labor.
¿Cómo colaboran los fieles?
Además del donativo con motivo de la Jornada del DOMUND, cada día son más los que domicilian sus aportaciones periódicas, pagan sus compras con la tarjeta VISA-DOMUND o hacen sus transferencias por Internet (www.domund.org). Además, están tomando mucha importancia las donaciones por testamentos y legados.

¿Llega a los misioneros todo el dinero?
El donativo que cada fiel entrega para las misiones es recogido en la Dirección Nacional de OMP y enviado a los territorios de misión. Solo se permite utilizar un máximo del 10% para la administración de estos bienes y la animación misionera de las comunidades cristianas.

¿Atienden los misioneros situaciones de emergencia?
Ante catástrofes naturales o bélicas, los misioneros canalizan la ayuda de organizaciones sociales y se dedican a atender a los damnificados. El DOMUND colabora con ellos principalmente para que puedan permanecer en la misión tras esas situaciones de especial emergencia humanitaria.

Objetivos del DOMUND
1. Iniciar a los fieles en la “contemplación” del rostro de Dios, en el que se reflejan los rostros de los más pobres y necesitados.
2. Promover entre los fieles una sensibilidad y predilección hacia los que, aun sin saberlo, buscan conocer y ver a Jesús.
3. Participar en las actividades organizadas por las comunidades eclesiales con motivo de la celebración del DOMUND.
4. Colaborar con una generosa aportación económica para atender las necesidades materiales de los misioneros y de las misiones.
5. Intensificar la oración y el sacrificio por las vocaciones misioneras de sacerdotes, religiosos y religiosas, y laicos.